EL
VALOR PÚBLICO Y LA ENSEÑANZA DE LA ECONOMÍA
Las diferentes Facultades y
Escuelas de Economía vivencian baja población estudiantil, situación que fue
reseñada hace dos años, 5 de mayo 2013, por
el periódico portafolio. Ese panorama se ha agravado, por cuanto el valor
público que genera el cursar el programa
de Economía es nulo, ya que la academia se dedicó a promocionar la economía
neoclásica, a circular unas teorías que se alejan de la realidad que se vive,
bajo unos supuestos irreales y trazar unas políticas que no solucionan la
problemática, que vivencia la humanidad. Desarrollan unos modelos que resisten
todas las pruebas de lógica y se caracterizan por un rigor propio de una racionalidad
impecable, pero carentes de veracidad. La economía neoclásica es un cuento de
hadas con final feliz, pero no más.
En palabras de Samuelson (1965)
los economistas se la pasan boxeando con sombras, 50 años después lo siguen
haciendo, aterra que sigan hablando del equilibrio general y se entreguen
premios entre ellos mismos por hablar de ese sofisma, pues no existe. Escriben
sobre las bondades del mercado, olvidando las asimetrías tan odiosas de la información, la cual altera cualquier transparencia entre
oferentes y demandantes. Todavía creen en
la “mano invisible” desconociendo que la ética, está más que refundida
en lo profundo de los océanos del utilitarismo.
La Economía como ciencia,
perdió su naturaleza, incluso el profesor Mario Bunge PhD en física y
matemáticas reconocido en la academia por sus estudios en el método científico,
ha puesto en duda que la Economía sea una ciencia, en su libro Filosofía y Economía (1990) afirma que si
bien cumple con algunos requisitos de ciencia, sus principios o elementos
subyacentes a las teorías neoclásicas que presenta no han sido comprobados. Por
el contrario, la Economía de Smith, Ricardo, Marx establecieron unas premisas
al estudiar las condiciones que desarrollan la esencia de la vida del hombre y
de la sociedad, las cuales no han sido validadas ni controvertidas por los
monetaristas ni los marginalistas del siglo XXI, se han olvidado de ellas o las
han tergiversado, obstaculizando que la población se vea beneficiada de los
avances científicos y tecnológicos en mejorar esas condiciones en procura de
alcanzar la auténtica esencia del ser humano.
Mientras las escuelas de
Economía sigan promocionando teorías y modelos distantes de la realidad, esos
programas académicos no generaran valor público para la sociedad, y los jóvenes de hoy seguirán corriendo despavoridos
de las aulas frente a los cadáveres que llevan doscientos años embalsamados en
filosofías no probadas, por un lado; y evitando caer en modelos lógicos y
rigurosos que no solucionan los problemas que viven.
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